Los cuerpos de las mujeres y niñas siguen siendo usados como arma de guerra. La violencia sexual en los conflictos afecta no solo de forma individual, sino de forma colectiva y que destruye a largo plazo.
Un arma de guerra contra la sociedad entera
Cada año se conmemora el 19 de junio el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos. Se trata de una fecha para visibilizar y denunciar estos ataques contra las mujeres y niñas gracias a la resolución 68/293 emitida por la Asamblea General de Naciones Unidas. Una práctica que se realiza de forma sistemática, ya que no solo dañan a esa persona sino a toda la comunidad.
La violencia sexual se ha convertido en un arma de guerra, para aterrorizar y desestabilizar sociedades, y que, además, tiene consecuencias que pueden sentirse de generación en generación, por el trauma, el estigma, la pobreza, los problemas de salud a largo plazo y los embarazos no deseados. Un hecho que se puede ver al analizar las recientes guerras, pero también conflictos antiguos.
Desde Roma, hasta Sarajevo o Ruanda
Según la Escola de Cultura de Pau, la violencia sexual en conflicto ha sido documentada a lo largo de la historia. Desde la leyenda del rapto de las sabinas en los orígenes de la Roma antigua, hasta hechos contrastados en conflictos recientes tanto en Europa, como en África o Asia. Unas 70.000 mujeres pudieron ser víctimas de la violencia sexual durante la partición del subcontinente que dio lugar a la creación de India y Pakistán en 1947.
Asimismo, se estima que entre 200.000 y 400.000 mujeres fueron víctimas de la violencia sexual durante el conflicto que dio lugar a la creación de Bangladesh como Estado independiente en 1971. Muchos analistas coinciden en señalar que fue una estrategia organizada para sembrar el terror en la población de Pakistán Este.
Hasta la década de los 90 no se pone el foco en este crimen de guerra. Con los conflictos de los Balcanes y Ruanda se empezaron a estudiar estos actos, a dotarlos de importancia estratégica y a medir sus consecuencias. En el caso de Bosnia se confirmó que los abusos fueron sistemáticos y generalizados, incluso sin tener cifras concretas de cuántas mujeres fueron violadas (se calcula que hasta 60.000). Con este análisis se pusieron las bases para saber qué es la violencia sexual. No solo son violaciones (individuales o grupales), si no tortura sexual, embarazos forzados, presencia forzosa en violaciones a otras mujeres (incluyendo a sus madres, hijas o vecinas) y otras agresiones sexuales.
Explotación sexual y torturas
Entre las estrategias de violencia sexual, se han denunciado los “campos de violación” en los Balcanes o las «mujeres de consuelo» en Asia. Se trataba de edificios como escuelas, fábricas o burdeles, entre otros, como centros en que se mantenían retenidas y se violaba a mujeres. En el caso asiático, se calcula que hasta 400.000 mujeres, la mayoría coreanas, pudieron ser explotadas por militares japoneses.
Así, la violencia sexual contra los hombres incluyó violación, tortura sexual, mutilación en los órganos sexuales, entre otras agresiones, por parte de hombres de las comunidades “enemigas”.
Para sanar, apoyo y justicia
Con el fin de acabar con la explotación sexual en los conflictos es importante señalar que son muchas las secuelas que dejan. Y durante muchos años. Empezando con marcas físicas y psicológicas, pero son mucho más. Heridas externas que marcan su futuro -desde infertilidad hasta dolores crónicos- y otras heridas interiores igual de graves. Como los traumas, los recursos dolorosos, ansiedad, depresión e incluso suicidio.
Para su reparación, además de la atención sanitaria necesaria, las víctimas requieren ayuda psicológica. Un trato más humano y empático en todas las facetas de su vida después de la agresión. Lo que muchas veces se obvia y es igual de importante para su recuperación es hacer justicia. La preparación y recuperación de las víctimas pasa porque el crimen no quede impune y porque las ayudas a estas no decaigan, ni siquiera por la pandemia o una crisis económica.
Laura L. Ruiz, periodista especializada en igualdad