Las mujeres artistas han sido infravaloradas e invisibilizadas en la Historia del Arte. El movimiento feminista, las autoras y una gran parte de la sociedad han permitido que esto deje de ser así.
Discriminación desde siempre
¿Sabías que el Museo del Prado existe gracias al impulso de la reina María de Braganza? Muchas personas lo desconocen y es, como con las artistas, porque el machismo ha impedido contar su historia y darles visibilidad.
Artistas hay muchas, pero más allá de Frida Kahlo pocas se conocen. Incluso esta a la sombra de su pareja, el también artista Diego Ribera. Tamara de Lempicka, Georgia O’Keeffe, Leonora Carrington, Natalia Goncharova, Yayoi Kusama o Camille Claudel son solo algunos de los nombres que nos deberían sonar tanto como Cézanne, Matisse o van Gogh. ¿Por qué no es así? En parte porque a estas artistas se les ha limitado mucho figurar en los libros de historia, en las colecciones permanentes de los museos o solo una pequeña parte de su obra ha sido expuesta.
En el caso del Museo del Prado, la poca presencia de mujeres artistas al igual que su fundadora, habla de cómo la sociedad ha menospreciado a las mujeres y de cómo este museo, en particular, ha contribuido a ocultarlas del relato de la historia del arte. Esta es la tesis que mantiene el periodista e historiador del arte Peio H. Riaño en su último libro ‘Las invisibles’, editado por Capitán Swing.
Eran profesionales, solicitadas y vivían del arte
Una de las principales escusas que se dan a la hora de no incluir a las mujeres es que no son o eran muy pocas. «Hay muy pocas mujeres programadoras» por eso la tecnología tiene sesgo de género. «Hay muy pocas empresarias» por eso en los foros de dirección aparecen más ponentes hombres que mujeres. «Hay muy pocas expertas» y por eso siempre la voz en los medios es de hombres. Escusas. Lo mismo que en el arte.
Se supone que hay muy pocas artistas en los museos clásicos porque las mujeres no se dedicaban a ello. Pero lo cierto es que estos han ignorado incluso a aquellas que lograron hacerse un hueco y vivir profesionalmente de la pintura. Artemisia Gentileschi, Sofonisba Anguissola o Maruja Mallo son solo algunos ejemplos. Mujeres que eran solicitadas por los marchantes de arte, que tuvieron sus propios mecenas y que el mercado reivindicaba su arte.
No pasa solo en la pintura
Sobre cómo se silencia las obras de las escritoras, poetas o ensayistas ya teorizó en la década de los 70 Joanna Rus en su libro ‘Cómo acabar con la escritura de las mujeres’. Se puede directamente ignorar su obra, hacer dudar de que una mujer haya podido hacerlo, otorgarle la autoría de la obra al marido/padre/hermano o simplemente criticar el texto con una dureza extrema solo por firmarlo una mujer. Por eso la presencia de la mujer en muchos museos es la de musa, víctima o incluso objeto. Nunca sujeto.
Algo que historiadoras como la asociación de Mujeres en las Artes Visuales llevan escribiendo informes sobre la exclusión de la mujer en el mundo del arte. Igual la artista y escritora María Bastarós, que desde la Universidad dirigió la campaña ‘¿Quién coño es?’. Una serie de carteles empapelaron la facultad visibilizando artistas silenciadas. ¿Más ejemplos? El de la divulgadora Yolanda Domínguez que llevó a cabo la performance ‘Estamos aquí’ para visibilizar a las mujeres artistas con el icono de Google Maps en la propia feria de arte ARCO.
Pasos adelante en España
Parece que las denuncias, el auge del movimiento feminista y la propia reivindicación de las artistas contemporáneas está teniendo cierto eco. Desde marzo, el museo Reina Sofía se remodela y dentro de esa recolocación parece que se intenta hacer justicia al arte hecho por mujeres. Algunos artistas salen para dejar espacio a otros, con especial presencia de las mujeres. “Hay una paridad absoluta en la parte contemporánea. En la histórica ha sido más trabajoso conseguirlo”, asegura su director, Manuel Borja-Villel. Se abren 21 nuevas salas, más de 2.000 metros que conforman casi un museo dentro de otro museo y que permitirán que la narración artística del Reina Sofía llegue casi hasta la actualidad.
Además del auge de mujeres maltratadas y poco valoradas en su momento, el museo mirará más allá. Por ejemplo, otorgará un protagonismo otorgado a figuras como la argentina Marta Minujín que busca atenuar la mirada eurocéntrica y el alojamiento de nuevas temáticas como la emigración y el colonialismo. Otras artistas que ahora sí destacarán son Marcia Schvartz, Sonia Abián y Vivian Suter con sus obras.
Laura L. Ruiz, periodista experta en igualdad