Inventos rechazados por ser de mujeres

Inventos rechazados por ser de mujeres
4 marzo 2022 Laura L. Ruiz

La falta de diversidad en la tecnología lastra el avance de todos y todas. La divulgadora en innovación Katrine Marçal recoge en su último libro cómo algunos inventos no fueron tenidos en cuenta solo porque detrás estaba la firma de una mujer o eran considerados «de mujeres». Desde el coche eléctrico hasta las maletas con ruedas, pasando por los avances ante la preocupación por el medio ambiente.

maleta con ruedas

La brecha de género, también en la innovación

“Cuando un hombre innova hace tecnología, pero la mujer hace artesanía”. Así resume la divulgadora y experta en innovación, Katrine Marçal, cómo el patriarcado ha lastrado la vida de las mujeres, de su ingenio y, por extensión, el avance tecnológico de la humanidad. Recoge en su libro ‘La madre del ingenio’ numerosos casos donde el género de la persona inventora fue suficiente para quitarle mérito, robarte la idea o directamente ignorar la mejora. Por desgracia, no se trata de una historia del pasado, ya que la brecha entre mujeres y hombres que se dedican a la tecnología, la innovación o la investigación aún es grande

“Nadie había sumado innovación y género y visto el efecto que tenía el uno en el otro, y cuando te pones a investigar publicidad y artículos periodísticos salta a la vista”, explica Marçal. Y es que aunque se han dado muchos pasos para incluir la diversidad -no solo de género- en la tecnología, aún se programa de forma sexista, racista y homófoba. Lo mismo en los laboratorios, donde solo el 33% del personal investigador en el mundo son mujeres y muchas deben dejarlo por la falta de conciliación. 

Maletas con ruedas o coches eléctricos cosa «de mujeres»

Uno de los casos más sangrantes, recuerda Marçal, es el de la maleta con ruedas. Se trata de una mejora que a ojos de cualquier persona en nuestros días fue muy ingeniosa y ahorra esfuerzo innecesario. Pero en su día, fue una idea rechazada. El concepto de virilidad, de roles de género y de papel del hombre estaban en juego. Por un lado, la mujer no viajaba sola. Solo lo hacían con hombres -su marido, su padre- que es quién le llevaba la maleta. Y, por otro lado, el hombre que viaja debía ser lo suficientemente fuerte como para cargar con ella. Entonces, ¿para qué ponerle ruedas?

Otro ejemplo sería el coche eléctrico. Un elemento que ahora supone la vanguardia en el sector pero que, cuando se empezó a comercializar, sufrió el rechazo del consumidor medio. Es decir, un hombre, blanco, de clase media y heterosexual. Los primeros coches eléctricos empezaron a comercializarse en los años veinte, pero se vendían como «vehículos femeninos». Era así debido a la asociación entre gasolina y masculinidad, la rapidez, la rudeza del motor, de la dirección, etc. Con los coches eléctricos se evidenció lo que hoy día se mantiene: los ‘hombres de verdad’ no se preocupan por los cuidados o el medio ambiente. 

La carne o el medio ambiente, cuestión de patriarcado

Si ahora nos parece increíble que unos inventos se despreciaran por estar pensados por mujeres o para mujeres, no debería sorprendernos tanto. Cuando surgen polémicas sobre los hábitos de consumo, el sexismo enseguida sale a reducir. Es el ejemplo de las primeras olas del ecologismo, movimiento que estaba compuesto por numerosas mujeres. Para un hombre, ser ecologista le quitaba su «hombría». Lo mismo ocurre con el movimiento por los derechos animales o el veganismo. Como decía Carol J. Adam en ‘Política sexual de la carne’, los valores del patriarcado también te dicen qué consumir. 

¿Y qué hacemos para combatir este rechazo al avance? La divulgadora tiene claro que los inventos se hacen posible con la financiación. Mientras esta esté en manos de una élite de hombres de ciertos países, no habrá diversidad. 

Ministerios fuertes y ‘blandos’

Además de los inventos, se precia que el género también condiciona qué se considera temas de primera y segunda categoría. A qué le da prioridad un gobierno o una empresa es un reflejo de su política con la igualdad, más que sus anuncios. E incluso en pleno siglo XXI, sigue habiendo problemas laborales más importantes que otros -según los legisladores- o asuntos en las empresas prioritarios o no. 

Igual por eso, no parece sorprender cuando en un gobierno los ministerios considerados como ‘fuertes’ los llevan los hombres -Economía, Interior, Defensa-, mientras que otros considerados secundarios, los llevan mujeres -Educación, Cooperación, Sanidad). En las empresas hay un reparto similar: mientras finanzas o inversiones están repletos de consejeros delegados, las mujeres directivas están más vinculadas con responsabilidad social, RRHH y medio ambiente.

 


Laura L. Ruiz, periodista experta en igualdad

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