Aunque no se sabe con seguridad ni el cuándo ni el cómo, las y los historiadores sitúan en agosto del año 30 antes de nuestra cultura el fallecimiento de Cleopatra VII. Entre la hipótesis más difundida está aquella que asegura que se suicidó dejándose morder por una serpiente venenosa, suceso que algunas personas expertas en historia ven imposible, incluso hay quienes aseguran que en realidad fue un asesinato.
La doctora Joyce Tildesley, egiptóloga de la Universidad de Manchester que publicó hace unos años la biografía “Cleopatra, la última reina de Egipto” y el herpetólogo Andrew Gray argumentan que era imposible que una serpiente causara una muerte de ese tipo, porque el veneno actúa de forma lenta y solo lo contienen un porcentaje pequeño de los mordiscos del animal. Sea como fuere, la vida de Cleopatra es todo un misterio, ocultada bajo un cúmulo de mitos que impiden ver la grandeza de la última reina de Egipto y una de las soberanas más poderosas del mundo.
La grandeza de Cleopatra
De Cleopatra sabemos muy poco, pero creemos que lo sabemos todo. Mucho se ha hablado sobre ella: de sus baños en leche de burra, de su belleza o la falta de ella, de su nariz prominente, su astucia, sus amores y sus dotes de seducción. Pero la realidad es que poco o nada se conoce de su inteligencia, que hablaba más de 16 idiomas, incluido el demótico (el egipcio de la época) y que aprendió a leer jeroglíficos, un caso único en su dinastía. También se desconoce que además de idiomas, estudió geografía, historia, astronomía, zoología, economía, matemáticas, literatura, medicina y otras ciencias, como las ciencias políticas. De hecho, podría ser considerada como una de las más grandes intelectuales de su tiempo.
Tampoco se dice nada de sus escritos. Redactó algunas obras relacionadas con plantas medicinales y productos de belleza. Desgraciadamente, todos sus libros quedaron destruidos en el incendio de la gran Biblioteca de Alejandría, pero el famoso físico Galeano estudió su obra y fue capaz de trascribir algunos de sus remedios.
De lo que menos se habla aún es de su capacidad estratégica y su modo de hacer política en un tiempo muy difícil de la Historia, consiguiendo sacar al país de una profunda crisis económica. Y es que, muy probablemente, la mayoría de las cosas de las que sí se habla de Cleopatra no sean verdad, sino un conjunto de mitos alimentados, en gran parte, por los medios que comunicación, convertidos en testigos no presentes en la vida de la faraona. No en vano, según las palabras del crítico literario estadounidense: Harold Bloom “Cleopatra fue la primera celebridad del mundo” o al menos eso lo que hicieron los medios con ella.
El mito de Cleopatra en las artes y en los medios
Musa inagotable del cine, la música, la literatura, la pintura e incluso el teatro y el ballet, la multitud de artistas que han dedicado sus obras a Cleopatra es inversamente proporcional a lo que verdaderamente sabemos sobre ella. Constantemente representada en el arte y en los medios de comunicación, solo se ha destacado de ella dos cosas: su belleza y su relación con Julio Cesar y Marco Antonio, siendo esta última, sin duda, la trama más recurrente, convirtiendo a Cleopatra en la amante manipuladora más sofisticada de la historia. ¿Pero por qué todas las artes coinciden en esta misma visión? ¿De dónde procede este punto de vista sobre ella?
Roma, culpable del mito
A esta pregunta han dado respuesta algunos libros que han contribuido a desmitificar la idea simplista e irrelevante desde el punto de vista histórico de Cleopatra. Así, por ejemplo, la académica Mary Hamer, autora del libro “Las señales de Cleopatra: una lectura histórica de un icono” señala que por el hecho de ser una mujer independiente y gobernar en Egipto, Cleopatra fue aborrecida por Roma. Misma idea que también resaltó en un artículo escrito para la revista BBC History, asegurando que la mayoría de las cosas que creemos hoy sobre Cleopatra son en realidad un eco de la propaganda que creó el Imperio romano.
La doctora Rosa María Cid, referente en historia de género, como historiadora de las mujeres de la antigüedad ha analizado el poder de Cleopatra y coincide con esta idea, apuntando a que gran parte de la información que nos llega de ella procede de fuentes romanas, es decir, de sus adversarios: “No hay que perder de vista que ella encarna unos valores que ellos no comparten, porque Roma es una sociedad patriarcal y no admite la ambición en una mujer”. Dicho de otro modo, Roma no podía permitir que una mujer tuviese más talento que los poderosos hombres, y se creó la leyenda de que todo lo conseguía por su astucia y su físico arrebatador. Utilizaron a la reina egipcia para encarnar la antítesis del ideal de la mujer romana: maternal y al servicio de su marido.
De la propaganda roma también habla la ensayista inglesa Lucy Hughes-Hallet en el libro “Cleopatra. La mujer, la reina, la leyenda” donde, además, va analizando los mitos de Cleopatra, desde los cronistas de su tiempo hasta Hollywood.
Por su parte, el historiador estadounidense Duane Roller, en su biografía de la reina, asegura que Cleopatra tenía “una capacitada diplomática, militar naval, gestora, lingüista y escritora que dirigió hábilmente su reino”. Mismas dotes que destaca Irene Cordón, doctora en Historia especializada en el Antiguo Egipto, que confirma que “en un momento de crisis tomó importantes medidas económicas, como reducir tributos y luchar contra la corrupción, que le granjearon la simpatía de los egipcios”.
Consecuencias de la difusión del mito de femme fatal
Por lo tanto, el relato oficial, llegado directamente del mundo romano, dibuja una imagen frívola de Cleopatra. Lo peor es que su versión tuvo éxito y esa campaña propagandística es la que ha logrado perpetuarse en la historia. La moral romana fue heredada por la cristiana, y con ella el relato de Cleopatra y todo lo que representa, viajando por todas las artes y las ciencias hasta llegar a nuestros días, repetida hasta la saciedad por los medios de comunicación, hasta convertir esos mitos en verdades absolutas e indiscutibles. Lo que significa que generación tras generación estamos consumiendo un relato sexista que convierte a Cleopatra en una figura irrelevante de la historia en vez de en una gran gobernanta.
Jéssica Murillo, periodista experta en igualdad e intervención en violencia de género